Thursday, August 07, 2008

Máriel Dáimon


Es bueno esperar. Cuando tomas decisiones precipitadas el resultado nunca es el perfecto.

Poco a poco llegamos a Máriel Dáimon. Gracias a la ayuda de Fernanda, el nombe del grupo surgió de forma natural.

Este nombre es como el té negro recién hecho. Es un momento de paz en el averno. Máriel Dáimon tiene ese aire de sobriedad elegante que las estatuas presentan en su contorno. Es una fotografía en color sepia de las felicidades atemporales de nuestras vidas. Máriel Dáimon es el espejo: duele y ama al mismo tiempo.

En las profundidades del océano más negro, Máriel Dáimon brilla ténue, extensa y tranquilamente. Cada ser en las aguas es bendito por esas luces verdosas, azules y blancas que aparecen y desaparecen en el fondo del mar. Cada rayo submarino es una melodía de una sinfonía épica que desde la superficie se ve como relámpagos que juegan en el mundo de Neptuno.

Máriel Dáimon también emerge y se vierte en forma de reflejos de luz sobre las olas inmensas mientras estas suben y bajan. Para Máriel la superficie de su océano es un desierto con horizontes de plata oscura líquida y cielos sin sol. No importa que llueva, no importa que el sonido del agua sea más fuerte que el silencio. Máriel se refleja en cada cresta, en cada punto de quiebra. Se entrega al instante a cada exhalación del mar.

Es ese ir y venir sin cambiar de posición. Es ese alivio debajo de la piel después de horas y horas de sufrimiento y angustia. Es quien mueve a cada hombre con una naturalidad que hasta parece que lo hace por capricho y no por amor. Es imposible caer, imposible subir. Máriel es cada imprevisto divino, es esa desdicha dichosa que te arranca de las felicidades efímeras y te mantiene en vigilia hasta que sueltes las cuerdas.

Es insana y bella, ha librado tantas batallas, ha luchado en ambos bandos, ha desertado todas las guerras, ha sido indiferente al fin del tiempo, al fin de los días al principio de la nada.