Monday, December 15, 2008


En la omnipresencia espontánea y natural de "lo que es" no hay diferencias: lo "fabricado" y lo "real" en esencia comparten la misma naturaleza.

Dentro de la
omnipresencia espontánea y natural de lo que es, la dualidad "fabricación-realidad" es trascendida.
La dualidad "
ser una nada--ser algo/alguien" es trascendida.
La dualidad "ser-no ser" es trascendida.
La dualidad "
existir-no existir" es trascendida.
La dualidad "Percepción unitaria-percepción fragmentaria" es trascendida.
La dualidad "sujeto-objeto" es trascendida.
La dualidad "observador-observado" es trascendida.
La dualidad "hacer algo al respecto-no hacer algo al respecto" es trascendida.

Friday, November 21, 2008

"Ser o no ser..."

...ninguno de los dos.

Thursday, November 20, 2008

No hay nada de malo en tener expectativas. Lo malo es sufrir por que no sucedan...

...o porque sucedan.

Thursday, November 13, 2008

El peligro del nihilismo


Es fácil comprobar la insustancialidad del "yo" o, como es llamado también, del "Ego". Nos regocijamos en el hecho de exponer fantasías, telarañas falsas, fabricaciones mentales, psicopatologías y realidades egocéntricas. Delatamos actos físicos egoistas como las adicciones, e incluso las sutilezas como las tensiones innecesarias de nuestros músculos cuando estamos angustiados o estresados.

Cuando alguien afirma que "el yo sí existe", inmediatamente saltamos y hacemos todo lo posible por comprobar que ese "yo" no es mas que una acumulación de creencias, costumbres, culturas y conceptos no actualizados, y que no es, como creen la mayoría, una ser inherente. Es fácil hacer eso. Saltamos y afirmamos que ni siquiera nuestras emociones, sensaciones físicas o percepciones sensoriales son, en conjunto, ese "yo".

Claro, también es beneficioso exponer dicha insustancialidad: vivir regido por una prisión egocéntrica es un infierno. Más cuando nos acostumbramos profundamente a esta prisión (es difícil desapegarse de ésta). Más cuando vivimos adictos a toda clase de emociones positivas y negativas.

Sin embargo, afirmar que el "yo no existe" también es incorrecto y las consecuencias de tal aseveración pueden ser igual de desastrosas que las de afirmar el otro extremo, es decir, que el "yo existe".

Una frase que lo resume todo es: "brilló por su ausencia".

"El yo no existe" es la otra cara de la misma moneda. Es la película en negativo de una fotografía del "yo".

Imaginemos que el universo es una hoja de papel. Cuando nacemos en esta hoja, estamos en blanco. En esos primeros momentos de vida, carecemos de creencias, cultura, fantasías, telarañas falsas, fabricaciones mentales, psicopatologías, realidades egocéntricas, gustos y disgustos, imposiciones, miedos, etc.

Existimos en blanco. Somos transparentes, como luz clara. Del mismo color que el Universo.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo, poco a poco acumulamos impresiones. Éstas pueden ser positivas o negativas. Si son todas positivas, tal vez crezcamos sin la capacidad de lidiar con las adversidades de la vida. Si son todas negativas, tal vez crezcamos con miedo y muchos mecanismos de defensa y hábitos destructivos. Nuestra transparencia poco a poco se vuelve opaca.

Acumulamos culturas, nacionalismos, creencias, conocimiento, comportamientos, perspectivas, miedos, etc. A tal acumulación la llamamos "yo". Si retomamos la metáfora de la hoja, el yo es algo que ya no es transparente y puro. Ahora, es como un dibujo de nosotros mismos sobre la hoja. Ahora nuestra metáfora es una hoja de papel con un "yo" bien delineado, coloreado y detallado.

El universo, como todos sabemos, está en constante movimiento. Entonces, supongamos que para representar el cambio del universo, nuestra hoja de papel cambia de color constantemente conforme pasa el tiempo. A veces es una hoja roja, otras veces azul, gris, rosa, etc. Por lo mismo, llega un punto en el que nuestro dibujo deja de gustarnos porque el color de nuestro "yo" no contrasta armoniosamente con el color de la hoja, que es el universo. Decidimos cambiar nuestro "yo" y después de muchos esfuerzo, cambiamos de color, sólo para darnos cuenta que, conforme pasa el tiempo, el universo volvió a cambiar de tonalidad.

Lo anterior nos causa angustia, frustración, sufrimiento, etc. Pensamos "¿por qué no puede todo permanecer del mismo color? Así no tendría que estar cambiando yo de color". ¿Qué hacemos? Ilusamente tratamos de controlar el color del universo (y el color de todos los seres incluidos en éste). Habrá éxitos al ejercer control y habrá decepciones cuando no logremos controlar. Pensaremos "a veces la vida nos responde, a veces no". De hecho, conforme pasa el tiempo, concluimos selectiva y pesimistamente "la mayoría de las veces la vida no me responde, la gente me defrauda". Para nada es trillado mencionar que por lo regular vivimos regidos por la idea: "el mundo gira alrededor de nosotros".

Luego escuchamos por ahí que el problema es precisamente la existencia de este dibujo, de este "yo" tan incambiable, permanente, inflexible, tan denso y sólido. Nos dicen por ahí, que este dibujo sobre la hoja es una problema porque tenemos que redibujarlo una y otra vez para que armonice con la naturaleza cambiante de la hoja en blanco. Nos dicen por ahí, que para liberarnos de una vez por todas del estar dibujándonos infinitamente, debemos reconocer que el "yo" no es más que un dibujo y por lo mismo no existe. Nos dicen que todas las acciones egocéntricas reafirman la existencia de este "yo" que "no existe". Que todos nuestros gustos y disgustos, cultura, nacionalismos, creencias, egoísmos, idiomas, palabras discriminadoras, excluyentes, incluyentes, separatistas, etc., reafirman la existencia del "yo fantasma".

Como es natural, optamos por eliminar todo esto dañino. Todos estos "actos, palabras y pensamientos egoistas e ignorantes". Primero utilizamos una goma de borrar. Tallamos con el borrador el dibujo y nos damos cuenta que es sumamente difícil deshacerse de tanta pintura (no importa si es nociva o no, el punto es borrarlo todo), tantos colores encimados (recordemos que son años de impresiones, cultura, prejuicios, creencias, miedos, traumas, etc.). Presionamos el borrador con más fuerza. Nos lastimamos. Pensamos "No importa, tengo que borrar todo el dibujo porque el 'yo' es 'malo'".

El color se diluye pero no desaparece. El "yo" sigue ahí, bien tallado pero sigue ahí. Insistimos en la eliminación cromática y logramos "purificar" nuestra existencia de todos los colores (o eso creemos). Quedamos de color blanco. Pero la silueta blanca del "yo" sigue ahí plasmada sobre la hoja de tonalidad cambiante. El universo sigue cambiando de color, y nosotros insistimos en ser blancos, porque en nuestra cabeza el blanco "es pureza". Pensamos "debemos ser puros". Pensamos "debemos no mezclar nuestra blancura con los demas colores". Cuando el universo es de color negro, el "yo" resalta más que nunca (y obviamente estorba más que nunca). Pensamos, "el universo está 'mal' y yo estoy 'bien'. Yo sí soy blanco y puro". Pensamos " De lo blanco que soy, YO NO EXISTO". Pero en realidad solidificamos más que nunca a ese "yo".

Alguien por ahí nos dice "no amigo, no tienes que ser blanco y puro, eso es reafirmar al Ego, solo tienes que ser el color que ya eres, esa es la libertad total del 'yo'". Entonces dejamos de insistir en ser blancos y pensamos, "¡Claro! Puedo ser negro si quiero, puedo ser rojo o gris! Eso es libertad del 'yo'" . La silueta del "yo" permanece. Los actos contrastantes permanecen. Justificamos todas nuestras acciones y adicciones con la afirmación de que "ser puro y blanco es ser Ego y podemos ser el color que queramos". El sufrimiento permanece, y optamos por irnos de nuevo al color blanco. Nada cambia. El contorno del "yo" sigue ahí. Nos enojamos y nos volvemos todos negros. Nada cambia. La angustia continúa porque el "yo", evidentemente, sigue ahí.

Alguien nos dice "No, así no es. Tienes que vaciarte de todos los colores".

"Cómo no se me había ocurrido antes. Hay que ser vacíos." Lo que hacemos es ir por unas tijeras y recortamos el dibujo. Nos repetimos, "yo no existo, yo no existo, no existo, no existo...." Infinitamente, existencialmente... Nihilistamente. Suprimimos cualquier acto corporal que sugiera la presencia del "yo", osea, casi todos los actos posibles de nuestro cuerpo. Hasta el punto de estar en estado catatónico (decimos que es meditación), completamente desconectados con el universo. Eliminamos de nuestro vocabulario, religiosamente, la palabra "yo". De hecho excluimos todas las palabras de nuestro vocabulario que impliquen un "yo". Es decir, palabras como "mi", "tu", "me", "soy", etc. Idolatramos y nos apegamos a los gerundios como "siendo" y "existiendo", nos aferramos a las palabras "puras", es decir, puras de cualquier "mancha" que sugiera un "yo".

Ah, se me olvidaba... censuramos implacablemente los pensamientos, bajo la premisa que el pensamiento es justamente todo ese conocimiento "bazura" acumulado. Nos dijeron por ahí que los pensamientos son la raiz de todos nuestros sufrimientos, que los conceptos nos encasillan, nos fragmentan, nos aprisionan. ¿Qué hacemos? Los borramos (incluyendo los pensamientos saludables).

¿Desapareció el "yo"? No. La silueta ausente brilla. La silueta permanece.

Esa forma de ser angustia mucho. La profanación y supresión de uno mismo es uno de los peores sufrimientos que podemos experimentar. Es la muerte en vida. Es un suicidio en vida. Claro, el acto de quitarse la vida (o la del universo) es el nihilismo llevado al extremo.

La "no existencia del 'yo'" hace perpetuo el "yo".

Debe haber otra forma de ser, otra forma de estar.

Por fortuna sí la hay. La libertad total es justamente la liberación de tanto la "existencia del yo" como de la "no existencia del yo". Corporal, verbal y mentalmente.

Es una libertad que no acepta o rechaza al "yo". Una libertad que no incluye o excluye. No fragmenta ni unifica. Es una libertad inmensa, abierta, espaciosa, transparente, flexible. No importa de qué color sea la hoja. La libertad es transparente, clara, dócil; es libre de extremos.

Esta forma de ser y estar simplemente es.

Corporal, verbal y mental.

Sunday, November 09, 2008

Sobre el movimiento


Nada de lo que somos se encuentra fuera de la existencia. Suena obvio, pero, la verdad es que rara vez actuamos acorde a lo anterior. De hecho casi nunca. Somos como una gota de agua que insiste en ser independiente del océano en el que vive. Bajo ese comportamiento confundido, cada acto, palabra o pensamiento surge como si fuese lo único que existiese. Hay un gusto por esa sensación. Esa idea de que estamos aquí y todo gira alrededor de nosotros. Sin embargo, lógicamente el universo y sus naturales procesos continúan su movimiento. Las olas se mueven a pesar de nosotros. Debido a este aislamiento inconsciente en el que nos encontramos, percibimos el universo y su contenido de una forma perturbante. Nos resulta molesto. Pensamos que ese movimiento es en realidad una corriente profunda que pretende diluirnos.

Pronto encontramos una solución (aunque temporal). Lo que hacemos es prescindir, ignorar, excluir y silenciar todo movimiento que atente contra nuestra forma de ser.

Prescindimos de él, de ella, de cada ser humano contrario a nosotros. Incluso de nuestros propios pensamientos lógicos que surgen de forma natural y que percibimos como contrarios a nuestra naturaleza. Y si acaso las opiniones externas que atentan contra nuestra existencia, resultan coherentes y convincentes, las silenciamos de forma verbal, física o mental. No importa. Tarde o temprano encontramos la armadura perfecta contra todo lo que se mueve afuera de nosotros. No nos importa que tan grande sea nuestro esfuerzo, que tanta energía desperdiciemos, que tantas heridas nos hagamos, siempre logramos ser impenetrables, inmovibles ante cualquier movimiento contrario.

Cada individuo es así. Cada uno, en mayor o menor grado, va por la vida impregnado de defensas para proteger su forma de ser.

Pero repito: nada de lo que somos se encuentra fuera de la existencia. Por lo mismo, es absurdo hablar de una forma de ser independiente de la existencia.

Supongamos que nos encontramos parados en el centro de una balanza. Todo está bien, todo está tranquilo, equilibrado. Pero, supongamos que por curiosidad o aburrimiento, nuestra forma de ser se inclina al lado izquierdo de la balanza. Como es de esperarse, ésta se moverá. El extremo derecho subirá y el izquierdo bajará. Nos damos cuenta de que a nuestra forma de ser le gusta esta sensación de caer. Luego lo intenta de nuevo pero ahora hacia el otro lado. Conforme pasa el tiempo, nos balanceamos de un lado a otro, pero pronto se vuelve aburrido. Rotamos poco a poco y de repente el movimiento se vuelve un sube y baja giratorio. De repente el movimiento de nuestra forma de ser nos da vértigo. Queremos detenerlo pero esto es imposible en un inicio porque la energía kinética de nuestra forma de ser se ha acumulado y, por lo mismo, es dificil detenerla. No obstante, con mucho ezfuerzo, logramos calmar las agitaciones. De nuevo, nos encontramos en el centro. Todo está tranquilo de nuevo.

Obvio, nuestra forma de ser se aburrirá y de nuevo y se aventurará a jugar al sube y baja. Como es de esperarse, de nuevo todo se volverá un movimiento sin control.

Recordemos que no estamos separados de la existencia. Es absurdo hablar de una forma de ser separada de la existencia. Una vez comprobado lo anterior, nos damos cuenta de que cualquier movimiento afectará todo lo incluido en la balanza. Si bajamos, todo lo que está en el otro extremo subirá. Algunas circunstancias descenderán y otras ascenderán. Lastimaremos a los que no quieren bajar y bajan a fuerzas, y a los que no quieren subir y suben obligados por nuestros deseos de movernos.

Y todo por la suposición de que nuestra forma de ser es independiente de este océano llamado existencia.

Se volverá una costumbre nuestro movimiento. Nosotros mismos también saldremos afectados. Caeremos cuando no queremos caer ya que por costumbre nos asomamaremos a uno de los lados de los precipios y resbalaremos, y subiremos cuando no querramos subir sólo porque nuestra forma de ser, por costumbre, piensa que subir es lo correcto.

Esa vida no es vida.

Hay algunas almas afortunadas por ahí que son libres de la esclavitud de su forma de ser. De hecho, ni siquiera se preocupan por el movimiento que ocurra. Al contrario, disfrutan cualquier ola ontológica. Saben que en el movimiento infinito sobra querer crear más movimiento. Las crestas y valles son incesantes y multidireccionales, entonces ¿para qué crear más?

Saben que esta dichosa forma de ser nociva es un movimiento más. Y por lo mismo, ni siquiera lo reprimen. Es imposible detener el movimiento con más movimiento. Saben que lo anterior no significa justificar más movimiento nocivo. Simplemente dejan que éste se apacigüe poco a poco.

Y si las aguas cambian su naturaleza, si las corrientes toman otro curso, no importa. Si la ola es pequeña, grande, violenta o serena, no importa, ellos saben que su forma de ser es agua y no roca.

Una vez más... Nada de lo que somos se encuentra fuera de la existencia. Y ésta, nunca deja de moverse.

Monday, October 20, 2008

Despertar de las palabras


Por lo regular nuestras palabras son como un muro. Son pesadas, duras, impenetrables. En esos momentos es imposible atravesarlas por quienes nos escuchan. Ni siquiera nosotros, autores de tal construcción verbal, podemos hacerlo. Claro, habrá quienes logran destruir dicha fortificación con paciencia, con un pequeño martillo que golpea con cuestiones, poco a poco, hasta derribar cada ladrillo de nuestro argumento. No faltan quienes usan explosiones ensordecedoras de gritos.

Incluso en conversaciones que carecen de agresiones, hay veces que cada palabra tiene una cualidad dura y firme. Aparentemente vivimos en diálogos amistosos, pero en realidad lo que hacemos es lanzarnos primero bolas de nieve, luego pelotas, cada vez más duro. Puede que en ocasiones dejemos a un lado nuestra faceta juguetona y comencemos a lanzarnos piedras orales. Sin necesidad de aceptar debates, nuestro discurso (incluso el interno) se transforma en un bloque de concreto que empujamos y empujamos y que no se detiene. Aplana, aplasta y silencia. A ellos y a nosotros. Todos morimos ahogados, asfixiados por una congestión de palabras, letras, conceptos, argumentos y necedades. Todo atorado en nuestra garganta.

Ni hablar de las palabras con filo.

Así transcurre nuestra vida. Habrá días en los que pareciera que todo está bien, pero en poco tiempo esos minutos de paz son reemplazados por perturbaciones suscitadas por palabras punzocortantes. No importa quien hablo primero, el punto es que ya no hay tranquilidad. Comienza a faltar el aire en las comunidades ya que, poco a poco, son sepultadas por las avalanchas retóricas que sobran.

Por fortuna, hay quienes deciden liberarse de esa condición. Crean una intención por encontrar una solución. Transcurren los días, meses, años. Transcurre quien sabe cuanto tiempo. Y de repente, todo cambia. Esos osados que buscan lo que no conocen, que sin saber por qué investigan e investigan su propia naturaleza, de repente, dejan de luchar, dejan de insistir, dejan de necear.

En ese momento, sus palabras se transforman en agua, se vuelven aire, se vuelven transparentes. En ese momento, las palabras descansan, se vierten sobre todas las cosas, sobre todos los seres vivos. Sus palabras se tienden sobre los seres humanos, sobre todas sus ideas, preocupaciones y desasosiegos. Esas palabras acobijan todo lo que se encuentran en su camino, sin razón alguna, de forma natural y espontánea. Cada concepto, letra e idea se unen a cada fenómeno de la existencia. Se difuminan con amor en la forma y el espacio. En ese momento las palabras se liberan de su propia necedad.

Habrá momentos que nuestras costumbres previas visitaran nuestra nueva existencia. Identificaremos cada expresión exclusiva, cada necedad escrita, pensada y hablada. Sentiremos de nuevo, de forma más vívida, el dolor que causa la ausencia de espacio infinito y la presencia de sofocación sólida.

Sin embargo, no hay nada de que preocuparse. Una vez que hayamos identificado la cualidad transparente de nuestros párrafos, su esencia líquida, sutil y flexible, siempre tendremos a nuestra disposición esa forma de ser que no necesita destruir ni controlar, esa belleza clara, que reconoce cada paisaje y contorno, cada rostro y cada necesidad. Ya no se irá.

Lo único que queda por hacer es dejar que esa voz se diluya en nuestros días. Sin esfuerzo, sin impaciencia. Hasta que no haya distinción alguna entre las palabras y la existencia, hasta que hablemos con colores, con caricias, con melodías y con fotografías. Hasta que nuestras declaraciones sean tan naturales y majestuosas como cada montaña, tan serenas e inmensas como cada desierto.

Ante la palabra omnipresente, omnisciente e infinitamente compasiva no hay nada más que decir.

Sunday, October 19, 2008

Inclusividad y exclusividad

No sabemos cuándo excluir.

Lo hacemos cuando no hay necesidad de hacerlo. Empujamos, separamos y diferenciamos cuando no hay por qué empujar, separar o diferenciar. Ya somos lo suficientemente diversos como para empeñarnos en hacerlo evidente. Neceamos el "yo soy esto y no soy aquello". Dejamos claro lo diferente que somos en los momentos en los que no hace falta dejarlo claro. Si nos damos cuenta, esos momentos son casi todo el tiempo. No siempre, pero por lo general excluimos por aburrimiento y por necesidad. De hecho, cuando nuestras vidas mejorarían infinitamente por excluir todo aquello que realmente nos hace daño, no lo hacemos.

No sabemos cuándo incluir.

Lo hacemos cuando no hay necesidad de hacerlo. Jalamos, unimos y homogeneizamos cuando no hay porque jalar, unir u homogeneizar. Ya somos lo suficientemente iguales como para empeñarnos en hacerlo evidente. Neceamos en el "tú eres esto que soy yo, y no eres aquello que no soy yo". Dejamos claro lo iguales que somos en los momentos en los que no hace falta dejarlo claro. Si nos damos cuenta, esos momentos son casi todo el tiempo. No siempre, pero por lo general incluimos por aburrimiento y por necesidad. De hecho, cuando nuestras vidas mejorarían infinitamente por incluir todo aquello que realmente nos beneficia, no lo hacemos.

Lo anterior causa dolor innecesario.

La forma de aprender a excluir e incluir sin sufrimiento es sencilla: sólo hay que reconocer que todo ya está naturalmente incluido. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. Sólo hay que reconocer que todo ya esta naturalmente excluido. Siempre lo ha estado y siempre lo estará.

Incluye naturalmente y de forma espontánea lo que excluyes innecesariamente y la paz llegará. Excluye naturalmente y de forma espontánea lo que incluyes innecesariamente y la paz también llegará.

Introducción

Este blog, hasta ahora, ha descrito personalizaciones, situaciones, música, arte, reflexiones y demás contenidos que aluden a algún tipo de reificación. No era posible que fuese de otra manera. Hasta ahora. Espero que en los próximos escritos logre transmitir los regalos que se me han otorgado a través de maestros, libros, experiencias y conversaciones. Son regalos que no han dejado de brillar y que cada vez más descubro su verdadera naturaleza. Me doy cuenta de que en realidad es un solo regalo. Espero estos textos logren también otorgar ese regalo que observo en cada cosa, palabra o pensamiento existente.

Antes algunas aclaraciones: no pretendo reinventar lo que no puede ser reinventado, tampoco es mi deseo repetir inconcientemente lo que ya muchos han dicho. No deseo decir lo que digo con la intención de mistificar la enseñanza o mi propia existencia. Si mis palabras tienen similitudes con las de otros autores, pensadores, maestros espirituales, filósofos o profesionistas significa solamente que lo que ellos dicen también lo comparto. Significa que hablamos de lo mismo. Con este blog no busco descalificar o ignorar el trabajo de los demás que también buscan hablar de lo mismo que yo hablo. No hay diferencia alguna. Si la redacción es distinta, si la retórica es más sencilla o sofisticada, si el ámbito es diametralmente opuesto al mío, no importa. Lo digo ahora y lo seguiré diciendo: hablo exactamente de lo mismo.

Aunque suene contradictorio o controversial, es importante señalar que mis palabras no me pertenecen. Más importante aún es recalcar que no son palabras definitivas, absolutas o carentes de movimiento. De hecho recomiendo releer mis posts varias veces ya que en ellos habra correcciones conforme vaya puliendo el mensaje esencial, además de que sé que ustedes encontrarán infinitas formas de mejorar mis textos. Esa es una de las intenciones de este blog y sus palabras.

Es un hecho que habrá mejores formas de decir lo que diré en este blog. Es un hecho que me equivocaré naturalmente y que también daré con las palabras precisas.

Sin embargo, a pesar de todos los errores que se presenten, habrá algo incambiable también. En cada párrafo yacerá una inmovibilidad que no aprisiona ni solidifica. Es una estabilidad inquebrantable que vive, como mencioné en el post de Máriel Dáimon, en cada ola de este océano infinito y omnipresente. La razón de ser del ser es el ser. Es lo único inmutable de esta energía que no permanece quieta. Gracias a esta cualidad absoluta que posee cada palabra, idea y fuerza en este blog, la intención principal del mismo nunca se perderá. No hay duda de lo anterior.

Esta intención principal no la puedo describir en un sólo post. Pero sí en todos los que publique de hoy en adelante. Espero que la intención sea evidente para ustedes cuando puedan respirar de nuevo, cuando puedan dormir tranquilos, cuando puedan despertar descansados. Espero se revele cuando su cansancio se deba a una gran actividad libre de sufrimiento.

Escribo lo que escribo por dos razones: para beneficiar y beneficiarme.

A continuación daré una lista de nombres a quienes agradezco enormemente por su sabiduría, ayuda y recomendaciones. Sin ellos no podría escribir lo que escribiré en este blog. Sin sus respectivos esfuerzos no me sería posible estar tan tranquilo como lo estoy ahora. Espero que cuando escuchen sus palabras o lean sus obras escritas encuentren las mismas llaves de liberación que encontré yo. Gracias a ellos he podido dejar atrás infinidad de formas de encadenarme, además de que he encontrado alegría y paz al aplicar sus consejos y enseñanzas en mi vida. No todos son autores de libros. Los que lo son los marcaré con una "(a)". Conforme pase el tiempo, los nombres aumentarán. La lista comienza con: María Magdalena López Chávez, Luis Serrano, Fernanda Ledesma, Gabriel de la Sierra, Frank Soto, Luis Arturo Gutiérrez, Alejandro Paniagua (a), Rodrigo Contreras y su familia, Carlos Nahum, Ricardo Soto, Jorge Gutiérrez, Lama Yeshe Nyima, Bill W. (a), Eckhart Tolle (a), Jiddu Krishnamurti (a), G.I. Gurdjieff (a), Rubén Feldman González (a), Chögyam Trungpa (a), Longchen Rabjampa (a), rJe Tsong Khapa (a), Sangharakshita (a), Patrul Rinpoche (a), Dudjom Rinpoche (a), Taisen Deshimaru (a), Dogén (a), N.H. Samtani (a), Nagarjuna (a) y, finalmente, agradezco a la infinita bondad y compasión de las palabras, acciones e intenciones de el Buddha Sakyamuni y Jesucristo. Que su palabra nunca deje de existir.

Dicho lo anterior, espero disfruten este blog y les sea de provecho.

Sinceramente,
- Alejandro Serrano.

Love to you all.

Thursday, August 07, 2008

Máriel Dáimon


Es bueno esperar. Cuando tomas decisiones precipitadas el resultado nunca es el perfecto.

Poco a poco llegamos a Máriel Dáimon. Gracias a la ayuda de Fernanda, el nombe del grupo surgió de forma natural.

Este nombre es como el té negro recién hecho. Es un momento de paz en el averno. Máriel Dáimon tiene ese aire de sobriedad elegante que las estatuas presentan en su contorno. Es una fotografía en color sepia de las felicidades atemporales de nuestras vidas. Máriel Dáimon es el espejo: duele y ama al mismo tiempo.

En las profundidades del océano más negro, Máriel Dáimon brilla ténue, extensa y tranquilamente. Cada ser en las aguas es bendito por esas luces verdosas, azules y blancas que aparecen y desaparecen en el fondo del mar. Cada rayo submarino es una melodía de una sinfonía épica que desde la superficie se ve como relámpagos que juegan en el mundo de Neptuno.

Máriel Dáimon también emerge y se vierte en forma de reflejos de luz sobre las olas inmensas mientras estas suben y bajan. Para Máriel la superficie de su océano es un desierto con horizontes de plata oscura líquida y cielos sin sol. No importa que llueva, no importa que el sonido del agua sea más fuerte que el silencio. Máriel se refleja en cada cresta, en cada punto de quiebra. Se entrega al instante a cada exhalación del mar.

Es ese ir y venir sin cambiar de posición. Es ese alivio debajo de la piel después de horas y horas de sufrimiento y angustia. Es quien mueve a cada hombre con una naturalidad que hasta parece que lo hace por capricho y no por amor. Es imposible caer, imposible subir. Máriel es cada imprevisto divino, es esa desdicha dichosa que te arranca de las felicidades efímeras y te mantiene en vigilia hasta que sueltes las cuerdas.

Es insana y bella, ha librado tantas batallas, ha luchado en ambos bandos, ha desertado todas las guerras, ha sido indiferente al fin del tiempo, al fin de los días al principio de la nada.

Sunday, February 17, 2008

La cruz de la razón


A Priori Kreuz es un proyecto de vida que busca la liberación de la autocrucifixión.

Sunday, February 10, 2008

Ende des Krieges

Después de dos años y medio de recuperación, se ha calmado la tormenta. Sigo tocando la lira, el sinte, jugando videojuegos, leyendo y viendo Sony entertainment TV. Every little thing has light in itself. APK siempre se ha basado en ese llamado hacia la luz.

A pesar de la insistencia inconciente, todavía presente en mí, de proyectarme en el pasado o futuro, ya son más los momentos en los que vivo en el ahora.

Aunque hoy haga mucho frío en mi habitación sé que este segundo es infinitamente bello y el que sigue también. Fernanda tiene que ver, el silencio de mi mente tiene que ver.

Every single being should strive for his/her inherent eternity. El fin de la guerra comienza cuando concientizo todo lo demás que existe aparte de mis pensamientos, cuando dejo de reificarme sin negar lo que soy. El fin de la guerra comienza cuando te das cuenta de que siempre ha existido y existirá el fin de la guerra.

Love to you all.