Tuesday, February 03, 2009

Intrepidez


Vamos por la vida con lentes oscuros. Son unas gafas pesimistas, decadentes y nocivas. Nuestra óptica no es real. Las gafas que portamos hacen que la realidad sea vea dolorosa. Por lo mismo, nuestro cuerpo actúa según lo que observa. Si nos gritan, nos duele. Si son indiferentes con nosotros, nos duele. Si nos miran con odio, nos duele. Si se burlan, nos duele.

Con las gafas, un grito no es un grito, es una amenaza. Una indiferencia no es indiferencia, es una grosería. Una mirada iracunda no es una mirada iracunda, es un ataque. Una burla no es una burla, es una humillación.

Bien. Quítemonos los lentes. ¿Qué queda?

Un grito, una indiferencia, una mirada iracunda y una burla. Nada más ni nada menos.

Sin las gafas el grito ya no es amenaza. El grito es grito.
Sin las gafas la indiferencia ya no es una grocería. La indiferencia es indiferencia.
Sin las gafas la mirada iracunda ya no es un ataque. La mirada iracunda es una mirada iracunda.
Sin las gafas la burla ya no es una humillación. La burla es burla.

Si ya no hay amenaza, grocería, ataque o humillación, no hay dolor.
Si ya no hay dolor, no hay por qué temer.
Si ya no hay por qué temer, no hay por qué defenderse.
Si ya no hay por qué defenderse, no hay enemigos.
Si ya no hay enemigos, no hay guerra.
Si ya no hay guerra, sólo hay paz.

Por otra parte...

Si ya no hay amenaza, no hay amenazador.
Si no hay amenazador, ya no hay amenazado.
Si ya no hay amenazador ni amenazado, no hay por qué temer.
Si no hay por qué temer, hay tranquilidad.

Si ya no hay grocería, no hay grosero.
Si no hay grosero, ya no hay ofendido.
Si ya no hay ni grosero ni ofendido, no hay por qué temer.
Si no hay por qué temer, hay tranquilidad.

Si no hay ataque, no hay atacante.
Si no hay atacante, no hay atacado.
Si no hay ni atacante ni atacado, no hay por qué temer.
Si no hay por qué temer, hay tranquilidad.

Si no hay humillación, no hay humillador.
Si no hay humillador, no hay humillado.
Si no hay ni humillador ni humillado, no hay por qué temer.
Si no hay por qué temer, hay tranquilidad.

De nueva cuenta, quitémonos esos lentes negativos.
Sin éstos, sólo hay lo que hay: un grito, una indiferencia, una mirada iracunda y una burla. Nada más ni nada menos.

¿Qué se hace ante un grito, una indiferencia, una mirada iracunda y una burla que no son amenazantes, groseras, agresivas o humillantes?

Nada. Absolutamente nada.

Ok, entonces, que suceda lo que tenga que suceder. Que suceda el grito, la indiferencia, la mirada iracunda y la burla.
Sin las gafas nocivas, no importa qué suceda, no hay dolor, no hay temor, no hay guerra.

2 comments:

Leandro said...

Definitivamente de acuerdo, hoy en día todo hace de cosas simples y sin importacia (como una mirada o una indiferencia) una verdadera tragenia que es lo que pasa en el mundo hay cosas mas importantes y profundas en las que debemos enfocarnos y no andar por la vida sufriendo porque me vieron feo, me hablaron fuerte etc.
Reitero, TOTALMENTE de acuerdo...

Salu2!

Alex Serrano said...

Leandro: vale la pena quitarse las gafas de intolerante no? Aunque la luz sea demasiado abrumante. Gracias por comentar!